Hoy, 12 de julio de 2023 el Dr. René Favaloro, una eminencia médica argentina, cumpliría 100 años. Desde el Consejo Profesional de Ingeniería Civil (CPIC) deseamos honrar su memoria a través de un pasaje del libro Casa Natal, donde la vivienda que lo viera nacer brinda una semblanza de este ilustre argentino, cuyo ejemplo nos honra a nivel mundial.
“El Mondongo se presentaba como el típico barrio de inmigrantes de la década del 20 del siglo pasado. Gente variopinta y laboriosa, matarifes de Ensenada y Berisso quienes luchaban por subsistir en un universo asimétrico. Un niño, de apariencia débil, lo contemplaba en silencio, embelesado. Mi discreto taller conformaría una verdadera escuela de vida. Don Juan esparcía el aleccionador polvillo del quebracho: ‘Sólo los esfuerzos persistentes, con pasión y honestidad, harán nuestros sueños realidad’, repetía. René, sentado sobre un banco de madera, asentía. Te observé trabajando a la par de papá durante las vacaciones de verano, convertido en un obrero más. ‘Para ser buen cirujano hay que ser buen carpintero’, dirías más tarde. Al mismo tiempo, mamá Geni Ida Raffaelli de Favaloro, desplegaba su arte con las telas, armada con una máquina de coser. Más trabajo, más esfuerzo. Más vida digna.
Cesárea era su abuela materna. ‘Con ese nombre debías haber sido partero‘, era el previsible y obligado chiste. Ella le endilgó el amor por la naturaleza, un mágico reino de posibilidades. El aprendizaje del manejo de las tijeras, entre brotes e injertos de las distintas plantas de mi jardín, más tarde, derrotaría a la muerte restaurando arterias y vasos de pacientes afligidos.
Tras mi ventana, mamá Gina apuraba el pedal de una máquina cuyo sonido se fundía con el de la escofina de Don Juan. A Cesárea le dedicarías tu tesis de doctorado: ‘A mi abuela, quien me enseñó a ver belleza hasta en una pobre rama seca’. Palabras plasmadas ante la escuálida luz de un farol, cuyo tubo de vidrio emanaba bocanadas de querosene.
Mi austera puerta de madera era transitada, a menudo, por otra de tus grandes influencias: Tu tío Arturo, médico general a quien gustabas acompañar en sus diarias rutinas. Adoptarías su impronta de médico campechano y efectivo. Humano y sencillo. ‘El sueño de Mi hijo el dotor’ tomaba forma bajo mis techos altos, cimentados gracias al empeño de Don Juan y Doña Geni. René haría lo suyo, abrazando para siempre una profesión que fue su vida. Compartías mis espacios con Juan José, tu hermano nacido en el año 1926. Experto fabricante de barriletes, acompañaría tus pasos en las ciencias médicas.
Una mañana, por debajo de mi puerta, el cartero deslizó un sobre. El tío Jacinto escribía desde un pequeño pueblo de 3.500 habitantes emplazado en una zona desértica de la provincia de La Pampa: Jacinto Aráuz. El único médico del pueblo, el doctor Dardo Rachou Vega, estaba enfermo y necesitaba viajar a Buenos Aires para su tratamiento, narraba. Le pedía a su sobrino René que lo reemplazara ‘aunque más no fuera por dos o tres meses’. La decisión no fue fácil.
Te vi partir en mayo de 1950 a tu nuevo destino de caminos intransitables los días de lluvia, calor, viento y areniscas insoportables. En ese lugar, donde el frío no perdonaba ni al cuero más resistente, fundaste junto a Juan José un centro asistencial que erradicó la mortalidad infantil en la zona, redujo la cantidad de infecciones en los partos, y dispuso de un banco de sangre.
Las ciencias del by-pass -o cirugía de revascularización miocárdica- te resultaban similares al arte de injertar frutales practicado con Cesárea.
Libertad, justicia, ética, respeto, búsqueda de la verdad y participación social fueron motivaciones cultivadas por tu espíritu con pasión y esfuerzo”.
CASA NATAL, editado por el Consejo Profesional de Ingeniería Civil (CPIC), se encuentra disponible en el link: https://cpic.org.ar/casa-natal-reconstruyendo-el-primer-escenario-de-destacados-argentinos/